Como todos los años, en una fecha
lo mas cercana posible al 13 de junio que sea asequible a la mayoría de socios,
un contingente de la Casa de Ceuta en Cádiz se desplaza a un lugar que nos
recuerde a los alrededores de la ermita que el Santo tiene en nuestra Ceuta
natal, pero, claro está, en el contorno de la Bahía de Cádiz. Y es en el
llamado diseminado de Chiclana donde hallamos un lugar así, siguiendo por otro
lado una tradición bastante antigua de los habitantes de la capital gaditana,
que no es otra que la de elegir los pinares de este municipio, colindante con
la Isla de León, para el esparcimiento y el descanso.
Así, a la hora señalada en el
programa de actividades del 2º trimestre, las 13.00 de este domingo 12 de
junio, se realizó la concentración correspondiente y se empezó, al llegar al lugar
acordado, a montar algo parecido a un altar, disponiendo una bandera de Ceuta
sujeta a sendos pinos, donde su colgaron un cuadro de la Patrona Ntrª Sra. de
Africa y dos de San Antonio, elementos que presidieron toda la jornada para
caracterizar de esta forma un día de celebración al aire libre de contenido
lúdico-religioso, a semejanza de los que tradicionalmente se llevan a cabo en
Ceuta desde hace tantos años.

El siguiente quehacer ejecutado
fue el de disponer los elementos necesarios para condimentar una sabrosa paella
para unas treinta personas, cuyo chef fue nuestro buen amigo y socio José A.
Blanes, al que no le arredra la distancia existente entre su lugar de
residencia, Dos Hermanas, y esta Bahía de Cádiz, para desplazarse cargado con
los citados elementos paelleros, incluyendo el arroz, componentes del refrito y
los obligados tropezones, para así permitirnos degustar el fruto de su
habilidad culinaria. Tras la paella, un poco de fruta de temporada, entre la
que destacaba una piña tropical preparada artísticamente en forma de loro, que
fue acogida con sumo agrado por los comensales, creación de la esposa del
referido chef voluntario, Dñª Carmina, que no
va a la zaga de su cónyuge en habilidades de esta especie. Luego, a
media tarde, el tradicional té al estilo magrebí, con su correspondiente
yerbabuena, acompañado de diversas creaciones de las señoras para deleite de
los golosos. Bastante tarde según la hora oficial española que soportamos,
porque el astro rey nada tiene que ver con convenios políticos, levantamos el
campamento y tras los saludos y parabienes de rigor, emprendimos el regreso a
los respectivos domicilios, no sin padecer las retenciones propias de la N-340
en domingos y festivos como el señalado.