
El viernes diez de noviembre ha
pasado por el Aula de Cultura de la Casa de Ceuta en Cádiz Don Enrique Ávila
Pérez, que ha desarrollado el tema " La creación de las fuerzas regulares:
la necesidad hecha virtud". El acto contó con la asistencia del coronel
Caballero Echevarría, hasta hace poco comandante militar de Cádiz y director
del CEFOT-Il.
Es Enrique Ávila licenciado en
Ciencias Políticas y Sociología, Secretario de la UNED de Ceuta y presidente de
la Asociación de Amigos del Museo Específico de Regulares. También es militar
retirado, ya que perteneció a las FFAA de 1972 a 2009, Suboficial Mayor en
Alhucemas, Melilla y Ceuta, muy ligado a la enseñanza militar, formación de
tropa y marinería, coordinador de las Jornadas de Geopolítica y Geoestratégica
mantenidas entre la COMGECEU y la UNED.

Tras la presentación del
conferenciante por el presidente de la Yeza, comenzó Ávila Pérez exponiendo que
la historia del Cuerpo de Regulares ha sido ciertamente investigada pero que, curiosamente,
se ha publicado muy poco sobre el tema. Recalcó la importancia del Cuerpo, por
el que la casi totalidad de los oficiales de mayor rango del arma de Infantería
han pasado durante mayor o menor espacio de tiempo, no ya solo por su gloriosa
historia (es el Cuerpo más condecorado del Ejército Español), sino por su
eficiencia militar.

Resaltó el conferenciante que,
así como todos los imperios que en el mundo han sido han utilizado tropas
extranjeras, tales tropas tenían un papel secundario o auxiliar, ya que el
papel principal lo representaban
unidades de la nacionalidad base del imperio o nación en cuestión, ya desde los
ejércitos macedonios de Alejandro Magno hasta los askaris encuadrados en los
ejércitos coloniales franceses o ingleses. Por el contrario, las fuerzas
regulares fueron concebidas por D. Dámaso Berenguer y Fusté, su fundador, como
el núcleo duro o parte esencial del ejército de operaciones español de
Marruecos. La razón de esta peculiaridad insólita estriba en las circunstancias
históricas en las que se desarrolló la pacificación e implantación del
Protectorado Español, circunstancias difíciles de un período turbulento de la
historia de España que hacían muy difícil el mantenimiento de un ejército
compuesto por nacionales españoles en un territorio hostil y sumamente
peligroso como era Marruecos en general y el Rif en particular, donde las bajas
eran el pan nuestro de cada día, desde el barranco del lobo hasta la rebelión
de Abdelkrim-el-Jatabi. La creación de las fuerzas regulares fueron, sin lugar
a dudas, un éxito indiscutible de Dámaso Berenguer, mejor organizador que
soldado, que lucho con denuedo por sacar a flote su idea, pese a las numerosas
zancadillas que sufrió en Melilla por parte de aquellos envidiosos, carentes
del talento del que fue dotado el entonces teniente coronel de caballería,
destinado en la Comandancia General de aquella plaza de soberanía. Se dice que
un soldado regular equivalía a tres: el soldado que era, al nacional español al
que sustituía, y el que tenía el enemigo de menos.
No solo combatientes en la
pacificación de Marruecos, sino también en la Guerra Civil Española, se les ha
denostado en ciertas esferas por luchar con saña, saquear, etc, durante ésta
última, y aunque tales facetas les sean imputables, hay que decir que eran
tropas cuya idiosincrasia les hacía inconcebible la rendición, que para ellos
equivalía a una muerte segura : ni ellos daban cuartel ni lo esperaban del
enemigo. El botín era tradición de estos guerreros natos, y desde el principio,
el ejército supo respetar su religión y sus tradiciones, una razón básica de la
lealtad demostrada a sus oficiales españoles, a los que se sentían muy ligados
y en los que confiaban. Vivían de acuerdo a una especie de bushido, código del
honor de los samurais japoneses, en versión norteafricana.
Acabada la exposición, contestó a
las preguntas de los asistentes que, muy interesados por algo tan ligado a Ceuta,
acogieron la intervención de Enrique Ávila con fuertes aplausos. Tras la
palabras de agradecimiento de De la Yeza, éste le hizo entrega de un recuerdo
de su paso por la Casa, invitándole a continuación a firmar en el libro de
honor de la asociación.
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